viernes, 14 de mayo de 2021

¿Cómo se transformó el hombre más conflictivo de la prisión? De pelea diaria a rezar el Rosario

 

Ante todo agradecer a Dios Todopoderoso por darle el don de escritor al estimable Antonio Gargallo Gil, quien me ha abierto los ojos al mundo con sus extraordinarios libros como son El psicólogo de Nazaret y La psicóloga de Medjugorje, donde plasma unas historias reales que ayudan a mirar y entender el mundo desde otra perspectiva y así lograr un cambio a mejor calidad de vida, dejando a un lado toda clase de violencia, rabia o algún otro acto delictivo. Solo poniendo en evidencia el poder divino de nuestro salvador de vida: Jesús de Nazaret y de su madre y siempre Virgen María, quienes dieron hasta sus últimos suspiros de vida por tratar de ayudar y cambiar las vidas perdidas en el mundo con su cariño y amor al ser humano la mayor creación de Dios.

            Muchas veces vivimos bajo frustraciones e infelicidad en la poca estancia que tenemos al pasar por este mundo tan duro y cruel. Solo sobreviven los que en verdad aprenden a amar a Jesús de corazón y sin pensar en lo que recibirán a cambio por hacer una buena obra caritativa.

            En mi caso, confieso que he sido una persona violenta y con mucho impulso a querer hacer daño a los demás, incluyendo al amor de mi vida, a una extraordinaria mujer y madre de mis dos hermosas hijas. A esa gran mujer a quien le debo una gran disculpa y, además, mucho respeto por ser tan compasiva y muy generosa en el hogar, así como con todas sus amistades y conocidos. A esa María A., con el mismo nombre de nuestra amada y conciliadora Virgen María, quien tiene el poder de expulsar de todo hogar a todo demonio.

            Al leer los libros antes mencionados he empezado a ver cambios en mi vida, gracias a esas extraordinarias historias relatadas. Me han despertado el ánimo de buscar y usar las herramientas que ahí nos describen, como hacer ayunos, ir a la eucaristía, rezar el rosario, leer la Biblia, confesarnos, y así dejar atrás toda carga y estar protegidos.

            Yo estoy dentro de los muros de soledad que matan el alma de los hombres por haber perdido el conocimiento, luego de emborracharme con mi amada mujer a quien he perdido luego de esa agresiva noche de tragos— en una noche de fiesta donde, sin explicación alguna, me puse violento y agresivo con los que se encontraban en la casa donde fuimos luego del cierre del pub. Y sin mucho que decir porque no me acuerdo de nada de lo que sucedió. Solo recuerdo haber despertado en el hospital atado a una camilla y custodiado por médicos, enfermeros y los policías que me tenían esposado. Estaban a la espera de mi recuperación para notificarme que me detenían por el delito de agresión a mi pareja —a la persona que tanto amo—, y de atentado a la autoridad por haber resistido al arresto cuando los uniformados se presentaron en el domicilio.

            ¡No me lo podía creer! Era incapaz de recordar nada, aunque tenía la sensación de culpa de que algo malo había pasado. En mi subconsciente me imaginaba una posible tragedia si me hubiesen dicho que en vez de agredirla la hubiese matado. ¡Se me venía el mundo encima solo de pensarlo!

            Al llegar a la comisaría de policía y verla ahí acompañada de la persona con quien ella había intentado darse una oportunidad para olvidarme, ya que antes nos separamos y me decidí ir con otra chica. Un romance que duró muy poco porque me di cuenta de que a quien en verdad amaba era a María A., mi gran amor. Desde ese día sentí cómo mi vida se me acababa al verla con esa compañía tan desagradable para mí. Me llené de tanta ira que solo quería que me llevaran a prisión lo antes posible para así lograr tener a alguien con quien desahogarme ese dolor tan grande que sentía. Y la mejor manera para hacerlo era encontrar a algún valiente y así empezar una pelea para calmar esa ira que me envolvía.

            Al llegar a la prisión me pusieron en cuarentena por diez días, lo cual me frustró aun más, ya que no podía sacar esa rabia que tenía.

            Cuando llegó el momento de bajar al patio con los demás internos, me encuentro con un viejo conocido que en otra ocasión me había quedado debiendo dinero. Sin más aproveché ese motivo para lograr mi cometido de pegarle a alguien y así descargar toda la ira que tenía acumulada, pero no fue capaz de resistir más de dos minutos.

            Tras el altercado me llevaron a aislamiento, donde aún alimentaba más mi odio. Al salir iba una y otra vez buscando con quien pegarme por cualquier mínimo motivo. Luego de un fin de semana bastante agitado y divertido de peleas en el módulo 1 —el más conflictivo del Centro Penitenciario de Castellón—, me encontré el lunes con el gran profesor de inglés Antonio Gargallo Gil, con quien he tenido amigables conversaciones y en una de ellas me recomendó un libro para leer con un gran mensaje para mí: El psicólogo de Nazaret. Con toda su humildad nunca me comentó que él era el autor, una gran sorpresa para mí, lo cual me dieron más ganas de leerlo y lo hice con mucha ilusión. Al poco rato de empezar tenía la sensación de querer llegar al final de dicha escritura, tan buena y llena de tanta energía positiva. Como dirían los yonquis: «Un buen chute de esa positividad y paz que necesitaba».

            A través de la lectura y al ir avanzando, sentía más ganas de conocer a ese Cristo a quien desde muy chico me dieron información de él como un revolucionario del mundo, quien dio su vida para perdonar los pecados de toda la humanidad. Pero en este texto me di cuenta de que esas enseñanzas eran erróneas, ya que Jesús fue mucho más que una simple crucifixión para perdonar los pecados.

            Al empezar a ver las cosas desde otro punto de vista, me di cuenta de que vale más un abrazo y una sonrisa que una agresión.

            Al terminar el primer libro de la serie El psicólogo de Nazaret nació en mí unas infinitas ganas de empezar el segundo libro llamado La psicóloga de Medjugorje. Al leerlo me encontré con mi propio yo, quien se había perdido por el mundo tras los vicios que dejaban tantos días de fiesta, como son las drogas, alcoholismo y el sexo. Descuidando el amor incondicional que me ofrecía mi amada y adorada mujer y futura madre de mis dos hermosos retoños. María A. ha vivido en un mundo de infelicidad absoluta y al verse al lado de un hombre infiel, maltratador y muy lleno de ira y amargura se dio la oportunidad de conocer a alguien más para tratar de apagar el amor que sentía hacia mí, pero sin darse cuenta de lo que le traería consigo dicha decisión al poco tiempo de empezar su nuevo romance. Se dio cuenta de que lo que sentía por mí era mucho más fuerte que lo que ella misma pensaba y esos sentimientos los notó su nueva pareja, quien no se resignó a perder a una mujer tan hermosa y alegre como lo es ella. Sin pensarlo, el amante dolido empezó un amarramiento de amor a través de la magia oscura con brujos que se encuentran en su tierra natal, allá en Sudamérica… Fui presa fácil del mismo Belcebú al encontrarme borracho y débil para aprovechar y apoderarse de mi ser y así lograr dicho propósito de descontrolarme y hacer daño a la mujer que tanto amo. Ocasión que aprovechó ese hombre tan malo para consolar a mi amada en ese momento tan difícil para ella, ya que su plan iba viendo en popa, pero sin contar que yo iba a encontrar ayuda y protección espiritual que me han proporcionado las lecturas de los libros antes mencionados, con los cuales supe la fuerza que tenía el ayuno, la eucaristía, el santo Rosario y sobre todo el poder que tiene nuestra siempre Madre y Virgen María. Con ellos he logrado hacer que mi amada lograra escuchar de otras palabras lo que sucedía para que nos separáramos porque yo era incapaz de hacerle daño a quien tanto amo. Además estoy en plena transición de cambio, ya que van varias semanas que ni peleo ni discuto con nadie de la prisión, más bien he sido mediador de muchas peleas después de ser quien las provocaba a diario porque era lo que más me gustaba. Y todo ello gracias al milagro que me han dado tras leer El psicólogo de Nazaret” y “La psicóloga de Medjugorje.

            Espero que mi experiencia sirva para ayudar a transformar más vidas y sea un grano más de ayuda y colaboración al todo magnífico Jesús de Nazaret. Amén.


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